- Bien, pero antes quiero que estéis todos amontonados y dispuestos para dormir- sentenció la loba.
- Casterius era el lobo más fuerte y poderoso del bosque. Solía esconderse entre los árboles del camino y asustar a los viajeros. Sin embargo, un día su diversión se trunco por culpa de Caperucita. Una niña repipi, que vivía en una población cercana. Cuando iba hacia casa de su abuelita, Casterius le salió al encuentro dispuesto a aterrorizarla. Aulló y le enseñó los dientes pero la pequeña ni se inmutó.
- Pobrecito, ¿te has perdido y tienes miedo? - le preguntó mientras se acercaba.
- No estoy perdido y mucho menos tengo miedo. Soy el lobo feroz y hoy vas a ser mi comida- gruñó.
- Vaya, no me había dado cuenta de que tenías hambre. ¿ Quieres unas galletitas?
- ¡Di que no, no!- gritaron asustados los lobeznos.
- No sé…- dijo Casterius mientras olfateaba la cestita- La verdad es que es el aroma más maravilloso del mundo- pensó.
- Ya sabéis lo que ocurrió- continuó mamá loba- detrás de una galleta vino otra, y otra y cuando se quiso dar cuenta seguía como un perrito a la cruel Caperucita, quien se lo llevó a su casa, le puso un collar de colores y le llamó Toby.
- Ohhh que desastre- señalaron los pequeños.
- Sí hijos, por eso hay que huir de las galletas de los humanos, porque te convierten en un perrito faldero- sentenció la loba.
- Ya, pero están tan buenas- murmuro el más pequeño.