Me tumbé en el suelo y miré fijamente como sus pies se
movían rítmicos sobre el pedal de la máquina de coser. Su mano giraba con
energía la rueca y con cada puntada su rostro recuperaba una antigua luz.
- Iaia, ¿por qué sólo coses en primavera?- le
pregunté
- Es la mejor estación para soñar. Pero ya no
tengo la memoria de antes y necesito atrapar los deseos para que no se pierdan-
me explicó mientras introducía el hilo en la aguja.
Giré mi cuerpo hacia al techo y allí, revoloteando, vi un sueño.
- Iaia, corre se escapó uno- grité
- No cariño, ese lo he dejado libre para que tú lo
hagas realidad.
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