La fortaleza estaba casi terminada pero aún necesitaba un
poco más de agua. Se acercó a la orilla con el cuerpo repleto de arena y un
gorro floreado, que su madre le había obligado a ponerse para evitar una
insolación.
Esperó hasta que la ola adecuada llegó y al hundir las manos en el mar, el cubo
recogió una vieja flauta descolorida.
-
Perfecto. Será la torre de mi castillo-
sentenció
La colocó y se retiró para contemplar su obra. Sin embargo,
no se sintió satisfecho. Empezó a revisar cada parte en busca del fallo pero
algo le obligó a levantar la vista.
Un niño le miraba fijamente, desde un enorme flotador. Una mujer intentaba
obligarle a sentarse pero permanecía de pie con los ojos clavados en él y en la
flauta. Sintió miedo, pensó que de un momento a otro saltaría y le robaría su tesoro.
Lo cogió con fuerza y buscó la protección de su madre.
Cuando la lancha llegó a la orilla, la gente salió al encuentro con agua y
comida. El pequeño se sentó y miró su torre. De repente era sólo una vieja
flauta y su fortaleza, un montón de arena mojada. Ese día entendió, que lo que
viene del mar te quita las ganas de jugar.
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