17 julio 2012

No creas en los finales


Lanzó la pelota lo más alto que pudo y corrió hasta el lugar donde estaría a salvo de ser eliminada y allí permaneció durante 20 años.
Muchos días, cuando salía a comprar y andaba tres pasos por detrás de él se preguntaba, qué habría pasado si hubiese esperado a que la pelota volviera a sus manos.
Tal vez, se habría quedado fuera de la partida o quizá hubiese tenido el poder de jugar según sus reglas.
Ya no había nada que hacer, los brazos se habían acostumbrado al hieratismo de sus días inertes y colgaban rígidos por el peso de una vida llena de obligaciones.
Alguien chocó contra su hombro y las bolsas, que la anclaban al suelo se desparramaron. Su sombra, antes que ella, levantó las manos al sol. La pelota estaba de nuevo en su poder, el juego había vuelto a empezar.

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