Recogió su pelo largo en una coleta y sintió una punzada en
el pecho que la obligó a encogerse. Sabía que esa era la señal inequívoca de
que estaba en el punto de mira del cazador. Se preguntó si ese día podría
sobrevivir.
Asustada se apretó las zapatillas y salió a correr tan rápido como pudo.
Mientras el sudor se deslizaba por su espalda, sus ojos buscaban un lugar donde
esconderse pero las piernas la obligaban a ir más y más veloz.
La naturaleza es justa y sabe que el don de la vida, el
regalo de la libertad debe ser ganado. Los cobardes, los que huyen de su
destino, de su esencia pierden la oportunidad de ser escogidos y el cazador los
elimina.
Exhausta se dejó caer en la arena. Sus brazos se
transformaron en alas, que se desplegaron y se dejaron mecer por la brisa .Fijó
sus ojos en el interior del mar y olvidó el poder de la gravedad, la fuerza
del viento y la mirada curiosa de aquella mujer que necesitaba los pies para
mantener el equilibrio. De repente se transformó en flecha y entró rápida y
directa en el interior de la ola y salió triunfante hacia el cielo. Por ese día
se había ganado la supervivencia. Se alejó dueña de su libertad, merecedora de
la vida.
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