Los nacidos a principios de los 80 somos la última generación del
eslogan familiar: “estudia para ser algo en la vida”. Desde que recuerdo, en mi
casa siempre se me motivó para hacer una carrera, la que yo quisiera, pero una
que me ofreciera una buena formación superior. Esta claro que mis padres
nacieron en la época de: “deja tanto libro y ponte a trabajar, que eso sí que
da de comer”. Ahora, a mi edad adulta, con mis títulos colgados del brazo, y los
innumerables trabajos de becaria ando por el mundo en busca de una oportunidad.
Cuando llamo a la puerta de alguna oferta, me miran a los ojos y cuando
descubren mi estigma académico me dan una cariñosa patada en el culo.
Es una ruta jodida, sí, la de forjarse un futuro, pero más
insoportable es escuchar el dogma de las generaciones pasadas: “todos hemos
pasado por ahí”. Y yo me quedo con cara de boba mientras entro en un coche
nuevo, que me lleva a un piso megahipotecado con piscina en el patio. Es cierto
que pasaron por ahí, pero ellos salieron y nosotros navegamos a la deriva del
paro, de la negación de hipotecas, de alquileres desorbitados y sueldos de
mierda.
Así pues, la generación del Baby Boom ha dado paso a la generación del Big Bang. Espero que los pequeños que corren cerca de mí sean la generación del
¡basta de explotar!
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