11 junio 2012

Duerme, pero no dejes de despertar


Su paso se fue acelerando sin dase cuenta y a la edad de 20 años corría como un rayo. No dejaba que el tiempo se deslizara tranquilo, lo enrollaba en una maraña de promesas y suspiros y lo lanzaba con fuerza contra el infinito.
El día que sonó el despertador sus pies se anclaron al suelo y como no estaba acostumbrada a esa quietud se cayó de boca.
-          ¿Qué tal estás Ana? ¿Has dormido bien?- le pregunto mientras muevo su cuerpo rígido
No dice nada, se deja mecer, cuidar, amar.
-          Hoy hace un día precioso, el sol brilla fuerte y el viento se lleva todo lo que sobra- le digo al dejarla junto a la ventana.
Cuando me voy veo que su mirada se pierde con la vida que hay fuera y pido a quien escuche, que no se la niegue más.
-          Marta- me llama- ¿lo oyes?
-          El qué cariño- le pregunto inquieta
-          El despertador ha dejado de sonar- afirma feliz
Espero en la puerta, callada, atenta, asustada, esperanzada…
-          Es verdad, ¡ya es hora de despertar!- gritó

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