25 junio 2012

Agua



-          -        Por favor, ¿me da un vaso agua?- pidió al camarero que no despegaba los ojos de la televisión.

Hacía más de doce años que tenía la garganta seca, áspera. Bebía y bebía pero la sensación no desaparecía.
Miró el reloj por quinta vez en un minuto y la saeta se movió perezosa sin importarle su urgencia.
Cuando la vio entrar supo que era ella. Pequeña para su edad, rubia con el pelo rizado, ojos negros y sabios.

-          Papá, dame agua- gritó desde la barra

Sus miradas se cruzaron y la pequeña le dedicó una sonrisa llena de felicidad y amor. El camarero le acerco un vaso, que se bebió de un solo trago y salió corriendo a la calle.

Mientras la veía jugar supo que la sed nunca se apagaría. Aquella niña había crecido en el fondo de su mar y al dejarla marchar se había llevado toda la vida que en él existía.

Ese día de vuelta a casa se sintió sedienta y se alegró por ello, porque supo que su sed era a causa del agua que su hija bebía.

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