- ¡Otra vez no!- sentenció desde el sillón- Estoy
harto de perseguir pelotas y llevártelas. No quiero saltar cuando abras la
puerta, ni ladrar cuando tengo hambre. Ya está bien de sufrir tus frustraciones
de madre no nacida. No soy tu bebe, soy un perro.
-
Vamos Rocky, ven a jugar con mamá. Trae la
pelotita, se bueno- le pide Ama desde la puerta.
Rocky no tiene nada más que decir, se acomoda en su trono y
se hace el sordo.
Sueña con Dexter, el perro vagabundo que corre tras los
gatos que duermen en el contenedor. Al despertar se asoma al balcón y lo
observa.
- Eso sí que es vida- piensa melancólico.- Lo mejor de salir a pasear no es el olor de las
perras, ni las delicias que encuentra tu olfato por la calle. A mi lo que me
gusta es escaparme de Ama y escuchar las historias de Dexter. Es un aventurero.
Se escapó de una perrera cuando era un mocoso de 6 meses. Durmió en bancos y
visitó el metro. Cruzó la ciudad y se peleó con un millón de bandas de gatos y
ahora es el dueño del barrio. Los niños le han hecho una cabaña y las ancianas
le dejan comida en la puerta. Cuando quiere se beneficia a las perritas pijas
de la calle y ya tiene por lo menos 20 críos.
-
¡ Rocky a la calle!- interrumpe Ama sus
divagaciones.
Al cruzar la puerta se encuentra de frente con Dexter,
ilusionado mueve el rabo, éste lo mira altivo y sigue andando. Cuando gira la
esquina se mete en su cueva prefabricada y llora.
-
Lo que daría por ser como Rocky, el rey de mi
casa.
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