Era la última prueba
del concurso. Sólo tenía que mantener el equilibrio. La tabla se movía inquieta
sobre una pelota pequeña. Sus pies de puntillas amenazaban con rendirse. El
cuello levantado, la mirada fija en un punto recordaba a las extremidades quien
mandaba aquí.
-
Ahora no puedo fallar. Dos
carreras, un Máster y un doctorado son pruebas que ya he superado. Esto es lo
más fácil.
Un golpe seco le
obligó a abrir los ojos.
-
Señorita ya le toca. El director
la espera.
-
Otra más que se va a la calle-
murmuró la secretaria mientras cerraba la puerta del despacho.
Nuestra concursante
nunca tuvo presente a la resbaladiza injusticia, lo que la empujó de nuevo a la
línea de salida.
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