25 abril 2012

Puede estar en cualquier sitio


Supe que a Taky le encantaba la literatura cuando descubrí mordisqueado mi libro de poemas de la  Generación del  27. Sólo tenía 7 meses pero ya era todo un intelectual. Desde entonces, le dejé subir a mi cama en el momento de la lectura. Apoyaba su morro sobre la página y gruñía cuando la intentaba pasar y él aún no había terminado.

Verlo sentado frente a las olas del mar me inspiraba los más bellos relatos. Sabía donde se encontraba una buena historia y estiraba la correa hasta que me llevaba a ella.
Los años fueron pasando, tranquilos para mí, rápidos para él. Cada vez le costaba más subir a la cama, y al final decidí yo bajar al suelo. A los 10 años ya no podía llevarme a los mundos de fantasía, donde encontraba la materia prima para mis relatos. Cuando cruzó la senda de los 15 años, a penas podía leer y era yo quien lo llevaba a vivir las aventuras. Dejó de perseguir a los cuentos y los cuentos se perdieron. Mientras se despedía pude leer en sus ojos la última historia desenterrada: Ama lo que te hace sentir vivo, porque cuando dejes de hacerlo irremediablemente morirás. Adios Taky.

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