19 abril 2012

La guitarra


Imagina las calles del centro de Valencia, con su historia, su antigüedad, su olor a años de silencio, con sus voces grabadas en las paredes. Escucha el rumor de los viandantes, contempla la belleza de las flores agolpadas por el deseo de salir del balcón que las retiene. Mira el cielo azul, tan azul...
Siente como el sol entra por cada poro de tu cuerpo y sale el invierno de tus huesos y a lo lejos una vibración, un sonido familar y a la vez desconocido.

Me adentré por el laberinto de los barrios centricos. Buscaba el origen de las notas. Deseaba contemplar la fuente de tanta belleza y de pronto, ahí estaba. Un chico acariciaba su guitarra y liberaba la alegría que prometían las cuerdas. No sé si era un genio pero ese día, de vuelta al trabajo, me sentí feliz.

La primavera llega a las personas en el momento menos esperado. De repente, el calor que emanan las cosas buenas evapora los miedos a la crisis, a las enfermedades, a los hijos, a las parejas, a los trabajos...
En ese instante frena el bullicio de tu día y escucha la guitarra.

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