Como todos
los días, esperaba el tranvía de vuelta a casa cuando
desde el oeste de la calle llegó un vaquero cabalgando torpemente sobre una
bicicleta teñida de negro y con las ruedas desgastadas. Una dama desenfocada
dormitaba sobre su sombrero mientras se aferraba con fuerza a una botella, que
lucía como si de un bello bolso se tratara. Hablaron de su hija y del regalo de
cumpleaños que tan torpemente habían perdido en el barrio del juego y del soñar
despierto. Brindaron por la ingenuidad de la infancia y de las vecinas de buen
corazón, que pagaron, sin saberlo, el último pico.
Con el siguiente trago olvidaron a la niña y su fiesta pero yo me quedé enganchada a su recuerdo. La imaginé jugando, creando un mundo donde sus padres eran héroes, aventureros y fue con sus ojos y los míos como pude contemplar la realidad idílica y deformada que aquellos personajes ofrecían. Es cierto que no eran más que dos pobres desgraciados, cuyas decisiones les habían llevado a ese punto de derrota pero también eran un vaquero y una dama viviendo las hazañas que su hija soñaba mientras les esperaba en casa de la vecina.
La inocencia nos protege el tiempo suficiente hasta que la mente madura para seleccionar aquello que recordará y lo que permanecerá dormido. Es este el secreto de nuestra enorme capacidad de soportar el dolor y es que sólo aguantamos aquello que es posible, lo demás es escondido para nunca ser encontrado.
Con el siguiente trago olvidaron a la niña y su fiesta pero yo me quedé enganchada a su recuerdo. La imaginé jugando, creando un mundo donde sus padres eran héroes, aventureros y fue con sus ojos y los míos como pude contemplar la realidad idílica y deformada que aquellos personajes ofrecían. Es cierto que no eran más que dos pobres desgraciados, cuyas decisiones les habían llevado a ese punto de derrota pero también eran un vaquero y una dama viviendo las hazañas que su hija soñaba mientras les esperaba en casa de la vecina.
La inocencia nos protege el tiempo suficiente hasta que la mente madura para seleccionar aquello que recordará y lo que permanecerá dormido. Es este el secreto de nuestra enorme capacidad de soportar el dolor y es que sólo aguantamos aquello que es posible, lo demás es escondido para nunca ser encontrado.
La pequeña crecerá y la realidad le golpeará duramente. Tendrá que decidir el
camino que quiere andar y en el trabajo de forjarse a sí misma será vencida numerosas veces por vivencias dolorosas. Sin embargo, la imagen de un
vaquero y una dama que cabalgan al oeste de la calle le ayudarán a saber, que
sólo deben permanecer despiertos los recuerdos que nos permitan seguir soñando.
Nos compete a nosotros no matar los sueños de esa niña. Desgraciadamente muchas veces nos enseñan a dejar los sueños en la almohada al despertar. Claro que es más fácil dejarlos durmiendo que espabilarlos para que salgan a la calle a que todo el mundo los conozca. Supongo que eso es más de valientes o "idealistas" como muchos les llaman. Yo me quedo con los recuerdos para poder sacar los sueños a pasear. ¡Preciosas letras como siempre! besooooos
ResponderEliminarGracias Bea por tu reflexión! Un beso grande!
ResponderEliminar