Nunca había prestado atención a aquella copa de vino. Ni siquiera en el
momento de usarla. Simplemente vertía el líquido de una manera automática. Sin
embargo, y a pesar de mi absoluta indiferencia, ella guardaba todo lo que amaba
en mi vida.
Ahora, detrás de la vitrina me mostraba su vacío, la sequedad de sus lados, la
frialdad de su borde. Ya no tenía nada que ofrecerme. Era ella ahora la que me
ignoraba con total crueldad.
Ya no había cotidianidad para mi, los detalles del día a día se habían desvanecido
y esa copa era el testigo de una casa sin él, de una vida sin nosotros, de un
futuro suspendido y un presente sediento de vino tinto.
Recordé cada detalle minúsculo desapercibido y que, sin embargo, volvían a mí con total
claridad. Era cierto que mi mente nunca los analizó pero mis sentidos los
recogieron, cada uno de ellos, y los protegieron del tiempo. Escuché su voz,
sentí sus manos, aspiré el aroma de su pelo...
Desempolvé la rutina olvidada y decoré con ella cada rincón. El llanto
fue pronto sustituido por una leve sonrisa y sin darme cuenta, aquellas costumbres
perdidas se fusionaron con mi nuevo día . La copa volvía a estar llena de
cotidianidad, de una vida que él nos había dado, de un futuro por
alcanzar y de un presente repleto de alegrías por las que brindar.
(Con todo mi amor para L )
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