02 abril 2012

Cuando los niños dejan de jugar a las canicas


Esta vez no erraré el tiro- sentenció mientras se  tumbaba sobre el suelo polvoriento. Alargó el brazo y colocó el dedo para que la canica fuera directa al agujero. Guiñó el ojo y cogió aire.
Enfocó la mirada, que de repente se desvió hacia el zapato de Clara, y a su calcetín caído y a su pierna repleta de arañazos.
Se levantó y la miró. Era muy guapa.
- ¿Dónde has estado todo este tiempo?
- Aquí
-  ¿Y por qué no me he dado cuenta?
Clara levantó los hombros y le preguntó:
- ¿Quieres jugar conmigo?
Soltó la canica y se sintió el niño más afortunado del barrio.

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