11 julio 2013

¿Dónde van las personas que olvidamos?

Si no hubiese chocado contigo aquella tarde, hoy no estaría escribiendo sobre ti y lo que has significado para mi vida. Seguirías perdida en ese océano donde nadan a la deriva las personas que olvidamos.
Fue de aquellas situaciones cotidianas que todos vivimos, cuando dos personas se quedan enganchadas por los ojos seguras de que se conocen, de que han hablado, que han compartido vida pero que han sido desterradas por la memoria. Así la encontré. Por suerte, frené el paso y ella hizo lo mismo.


- Te conozco de algo pero no logro recordarte- le dije mientras rastreaba sus rasgos.



Durante algunos minutos relatamos todos los lugares por los que habíamos pasado  y aún así no encontramos el sitio exacto que teníamos en común. Probamos con el nombre y entonces el velo cayo y la recuperé.

Me emocioné al recordar quién era y las sensaciones afloraron hasta dar forma a aquella niña que un día fui. Mi madre me llevaba de la mano a la nueva escuela infantil y aunque era muy pequeña nunca olvidaré la gran soledad y el terrible miedo que experimenté cuando me dejo en aquel lugar con gente desconocida, que intentaban soltar a los niños que lloraban enganchados a las verjas. 
Allí estaba yo en medio de un patio enorme. Apreté con fuerza mi bolsa del almuerzo y busqué un lugar donde esconderme. Encontré el sitio perfecto dentro de un tubo de cemento por el que me arrastré hasta el fondo con la esperanza de que el tiempo pasara rápido y pudiera volver con mi madre.
De repente, una cara sucia  sonriente se asomó por el hueco. Eras tú, unos meses mayor que yo pero veterana en la escuela. Te sentaste a mi lado con los pies apoyados en el techo y empezaste a hablar. No recuerdo nada de lo que me dijiste pero sí la calma y la seguridad que me transmitió tu voz. El miedo y la soledad habían desaparecido, ya estaba preparada para jugar. 

La miré y no hizo falta decir nada más. Nos abrazamos y con el corazón lleno cada una siguió su camino seguras de que las personas que olvidamos siempre traen de vuelta lo que hemos extraviado: si me escondo de la vida, me perderé toda la diversión.

¡Gracias!

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